¿Sabían ustedes que según la Carta Mundial del Derecho a la ciudad para el año 2050 se estima que el 65% de la población mundial desarrollará la totalidad de su vida en centros urbanos, que irán desde pequeños conglomerados hasta megaciudades?
Esta realidad, que hasta hace unos años parecía una visión lejana y futurista, es un hecho para muchos de los que trascurrimos la mayor parte de nuestra vida en la Metrópolis de Buenos Aires, lo cual nos enfrenta a la urgente necesidad de trabajar en el diagnóstico y la planificación de los ecosistemas de los cuales prácticamente todos los seres humanos formaremos parte.
La industrialización, la tecnificación y la urbanización de la vida humana son un hecho y es prácticamente impensable nuestra vida sin incluirla en un ecosistema urbano, a la vez como agente y como elemento constitutivo y por ende, transformador.
En ese sentido, consideramos imprescindible que quienes habitamos y habitaremos futuras ciudades y megaciudades, como la Metrópolis de Buenos Aires, empecemos con urgencia a planificar cómo administrar el crecimiento incesante que nuestra ciudad viene transitando y que supone mayor cantidad de ciudadanos y ciudadanas que desarrollan en ella sus proyectos de vida.
Quienes vivimos y recorrimos la ciudad en los últimos 30 años, podemos dar fe de que el nivel de contaminación ambiental, visual y sonora junto con la precarización en los servicios básicos, de transporte, salud, y educación constituyen una realidad innegable. Hoy más que nunca podemos aseverar que el modelo de mercantilización de la ciudad a través del desarrollo inmobiliario no es la solución al crecimiento demográfico. Muy por el contrario, este modelo de desarrollo inmobiliario sin control ha generado graves desigualdades y problemas cotidianos que van desde la falta de acceso al agua, hasta largas horas desperdiciadas en traslados por la ciudad, producto de un diseño parcializado y gentrificado del espacio urbano. También, un crecimiento desmedido de la inquilinización de la vivienda.
Aunque para muchos, estos problemas son parte de vivir en una gran ciudad, desde un enfoque integral del ecosistema urbano y desde una perspectiva inclusiva y feminista, creemos que la cuestión no son las ciudades en sí sino cómo su desarrollo y crecimiento se manifiesta cuando desde el Estado no se aplican políticas integrales de planificación urbana que pongan en el centro la vida de las personas y no el enriquecimiento de grandes constructoras, empresas de ingeniería y afines.
Cuando hablamos de desarrollo urbano, tenemos que poner el foco en que las ciudades deben ser ecosistemas pensados por y para la ciudadanía y en ese sentido la esencialidad del acceso a la vivienda, a la educación, a la salud, a espacios verdes y deportivos son los primeros indicadores a ser tenidos en cuenta en el momento de planificar cualquier cambio, avance o reconversión del espacio urbano.
Los ciudadanos deben ser los verdaderos decisores, y no meros espectadores consultados sólo para cuestiones superficiales. Debemos ser nosotros quienes planifiquemos la vida en la ciudad. Por eso, se escuchan las voces de los barrios pidiendo que se frenen los cambios. No es nostalgia, no es resistencia al cambio. ¡Es clamor por la calidad de vida! ¿Cuántos habitantes por km2 es sano? La densidad de población promedio en CABA es de 14.000 h/km2. Pero, en algunos barrios llegamos a 32.500 h/km2. Los permisos de construcción deberían otorgarse desde las comunas en trabajo conjunto con los consejos consultivos, somos nosotros quienes conocemos nuestra situación.
Desde el Observatorio del Derecho a la Ciudad, pensamos que es importante plantear un cambio de paradigma en el modo de planificar el desarrollo urbano de nuestra ciudad, poniendo especial atención en aquellos barrios o comunas históricamente postergadas, que requieren un diagnóstico integral que aborde todas las dimensiones incluyendo aspectos de infraestructura pública, vivienda, educación, salud y espacios verdes. Como lo dice el artículo 17 de la ley 1777 de Comunas, las partidas que el presupuesto asigna a las Comunas se distribuyen teniendo en cuenta pautas de equidad. Se elabora una matriz presupuestaria que permita generar criterios de distribución y compensación de las diferencias estructurales existentes entre los distintos barrios y zonas de la ciudad.
Actualmente existen muchas organizaciones de ciudadanos no conformes con las condiciones de vida en la ciudad, por la falta de espacios verdes, por la falta de vacantes, por el aumento rampante de la inquilinización y la falta de vivienda, por la falta de presupuesto para salud y educación, por el descuido y desprecio del patrimonio histórico, por la contaminación sonora y los procesos de gentrificación.
Tenemos el desafío y la posibilidad de avanzar hacia una ciudad distinta, empezando por aquellas comunas más desfavorecidas y empobrecidas, que necesitan de una inversión que cambie definitivamente su calidad de vida, donde el desarrollo urbano se cristalice en espacios comunitarios pensados por y para la diversidad de los y las habitantes, su bienestar físico, psíquico y social.